VOX POPULI

Existe un discurso dominante con el que lamentablemente comulga una inmensa mayoría de los individuos del mundo libre. Como discurso dominante, por definición, debe ser muy simple, lo más simple posible, ya que tiene que llegar sobre todo a las masas borregas que cada X años aupan al poder a los gestores de la mediocridad capitalista, sean de un color o de otro. Esos votantes no en vano significan mucho para el stablishmen, ya que en definitiva sirven de coartada a tanta delincuencia de guante blanco, tanto mamoneo y tanta incompetencia mal disimulada. Se trata de un dicurso sin medias tintas, donde todo el blaco o negro, todo se acompaña de su correpondiente cliché, topicazos en su mayoría, fácilmente superables y rebatibles, pero muy extendidos. Y tiene que ser sencillo para que lo pueda usar cualquiera con la misma soltura que los tertulianos, en el tajo, la tasca, el aula o el recreo, el transporte público (mejor privado, mejor privado, perdón).
Sólo con ese discurso dominante se explica que los mediocres e insultantes (a la inteligencia la insultan todos los días desde ambas bancadas) discursos del PSOE o el PP arrastren a millones de personas y nos hayan llevado hasta aquí, hasta la crisis actual.
Así las cosas, la coherencia, la homnestidad, la inteligencia, la crítica constructiva en definitiva, quedan arrinconadas, casi acobardadas.
Desde que el fascismo y la publicidad irrumpieron en nuestras vidas a la simplicidad del discurso burgués se le une el slogan: ideas fuerza que se disparan como una ráfaga contra cualquier cosa que se menee. Poco importa que sean ciertas o no, lo importante es repetirlas muchas veces, cientos, miles de veces, para que parezcan verdades. Al final consigues que, como buenos primates que somos, una mayoría repita una y otra vez esas ideas por estrafalarias que parezcan, o falsas que sean. Ayer los judíos conspiraban para gobernarnos a todos, hoy la “democracia” es el fin de la historia.
Un poco como en lenguaje futbolero: “el fúltbol es así”, “no hay rival pequeño”, “son 11 contra 11”, pero aplicado a cosas serias, nada menos que al funcionamiento de la economía.
Así, podemos encontrarnos en nuestro camino con personas que afirman sin rubor necedades como que el Plan Bolonia es para hacer “más competitiva” la universidad, o para hacer competitiva una economía hay que “abaratar el despido” y “flexibilizar el mercado laboral”.
Otros conocidos slogans son “la riqueza es infinita”, o “el comunismo es obsoleto” (esta ideología suele acompañarse obsesivamente de otros epitetos, como “rancio” o “fracasado”. “Chávez es un dictador”, “estamos en Afganistán para llevar la democracia” o “en Irak hay armas de destrucción masiva” son solo unos poquitos ejemplos más. Auténticos mantras con los que cada mañana nos torpedean.
Lo lamentable de todo esto es que una minoría ponemos el escudo antimisiles en marcha mientars otros andas prestos al cajón a buscar la vaselina para que el torpedo entre hasta la cocina, con mucho gusto.
Yo llevo toda la vida luchando contra los tópicos, que es en definitiva la lucha contracorriente. Y para demostrar que no todo lo que se dice por ahí es cierto, invito a cualquier descreído o demasiado listo, a que descorche una botella de 8.0.1 antes de opinar que los vinos de Cariñena son peleones y de garrafón, otra de esas grandes verdades que pueblan el mundo de los listos con derecho a voto.
Y después de probarlo, podemos seguir derribando tópicos.